
En la jugada más audaz contra Rusia en los dos años de guerra, alrededor de 1.000 soldados ucranianos irrumpieron en la frontera rusa en la madrugada del 6 de agosto con tanques y vehículos blindados, cubiertos en el aire por enjambres de drones y artillería.
Las fuerzas ucranianas arrasaron los campos y bosques de la frontera hacia el norte de la ciudad fronteriza de Sudzha, el último punto operativo de transbordo de gas natural ruso a Europa a través de Ucrania.
De acuerdo a los últimos reportes del lado de Kiev, Ucrania ha avanzado en la región rusa de Kursk y tiene tomados unos 1.250 kilómetros cuadrados y casi 100 poblaciones.
Sin embargo, el gobernador interino de Kursk, Alexei Smirnov, declaró que las fuerzas invasoras, en realidad, controlaban un poco menos de la mitad de lo informado por Kiev.
Números más, números menos, lo cierto es que hasta ahí el relato suena a una maniobra magistral del líder ucraniano Volodimir Zelenski. Más teniendo en cuenta que defensas aéreas rusas se vieron obligadas a derribar esta semana al menos diez drones en las afueras de la capital del país, Moscú.

Pero veamos cómo se ve esto desde el lado ruso.
El presidente del país euroasiático, Vladímir Putin, ha prometido devolver el golpe a Ucrania con una «respuesta digna» y no ha disimulado su impaciencia con al menos un funcionario durante una reunión televisada el lunes de la semana pasada.
Las fuerzas rusas respondieron implacablemente al día siguiente contra las tropas ucranianas con misiles, drones y ataques aéreos en acciones que, según un alto comandante ruso, detuvieron significativamente el avance de Ucrania. La resistencia rusa en Kursk ha provocado una enorme cantidad de bajas (al menos 2.300) y cientos de equipos destrozados en la endeble unidad del ejército invasor tan solo en la primera semana de la incursión.
Sabiendo a lo que se enfrentaba, ¿por qué Kiev corrió semejante riesgo? Es porque sabe que se le termina el tiempo: Ucrania ha sobrevivido, pura y exclusivamente, por la irrestricta ayuda militar de la Administración Biden-Harris.

La tan esperada contraofensiva de Ucrania en 2023, tras la ocupación del 18% del territorio oficialmente ucraniano por parte del ejército ruso, no logró perforar las líneas del enemigo, fuertemente atrincherado. Es más, las fuerzas rusas han estado avanzando en lo que va de este año más profundamente en territorio ucraniano.
La agonizante prolongación del conflicto producto del millonario abastecimiento americano ha dejado una masacre de soldados ucranianos, que fueron enviados como carne de cañón para combatir contra uno de los ejércitos más poderosos del mundo.
Tras dos años y medio de conflicto, las fuerzas armadas ucranianas simplemente se han quedado sin soldados.
Al mismo tiempo, la victoria del candidato estadounidense Donald Trump, quien ha prometido poner fin al conflicto inclusive antes de asumir en la Casa Blanca, está cada vez más cerca.
De hecho, durante su conversación reciente con Elon Musk, Trump describió la difícil situación en la que se encuentra Ucrania: «En Ucrania ha muerto mucha más gente de la que se lee. No lees sobre lo sangriento que es y lo desierto que está. Oye, mira, sólo en los dos ejércitos, has perdido medio millón de personas. Y Ucrania lo está pasando mal… No se oye la verdadera historia… Y es muy injusto. Ucrania ahora no tiene suficientes hombres. Ahora están usando hombres jóvenes y muy viejos para luchar».
En este marco, a Kiev le aterroriza la idea de que tanto el relato «oficial» -bajado desde la Administración Biden hacia el resto del mundo a través de los medios de comunicación hegemónicos- como el apoyo militar estadounidense se desvanezcan si Trump gana las elecciones presidenciales del 5 de noviembre.

Al mismo tiempo, Zelenski es consciente de que la llegada del líder del movimiento MAGA a la Casa Blanca es una posibilidad cada vez más certera. Por eso, está buscando obtener la posición de negociación más fuerte posible en el campo de batalla. Pues, el inicio de los diálogos de paz parece inminente. Esto ha sido reconocido por el propio asesor presidencial de Ucrania, Mykhailo Podolyak, quien el 16 de agosto reconoció que la operación en Kursk es «utilizada para persuadir a la Federación Rusa de entrar en un proceso de negociación justo».
Este diagnóstico también es compartido por el Kremlin. De hecho, desde junio Moscú viene abriendo la posibilidad de comenzar negociaciones de paz con el gobierno de Zelenski, retomando las bases del fallido acuerdo de Estambul de abril de 2022 que, a pesar de que no llegó a concretarse -por la oposición de los líderes de la OTAN-, fue sin duda el punto más cercano al fin de la guerra.
Sin embargo, a partir de la incursión a Kursk, el Kremlin ya anunció que esa puerta ha sido cerrada.
«Con sus acciones terroristas en la zona de Kursk, Ucrania ha puesto, como mínimo, en pausa durante mucho tiempo las negociaciones de paz», expresó durante una sesión informativa el 13 de agosto el enviado especial del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, Rodion Miroshnik.
«En mi opinión, lo han hecho intencionadamente. Las negociaciones de paz con un enemigo absolutamente inadecuado no son naturales», apuntó.
En efecto, para el Kremlin el ataque sorpresa tiene como objetivo mejorar la posición negociadora de Kiev antes de posibles conversaciones.
Sin embargo, la maniobra de Zelenski ya se ha cobrado la vida de miles de soldados ucranianos y una millonaria suma de equipamiento militar. Tan solo el 8 de agosto, dos días después de la incursión ucraniana en Kursk, el Ministerio de Defensa de Rusia informó que las fuerzas invasoras ya habían perdido 82 vehículos blindados, incluyendo ocho tanques. Hasta la fecha se han derribado cientos de drones solo en esa región.
Asimismo, al movilizar semejante cantidad de recursos fuera de las zonas estratégicas (este y sur de Ucrania), Kiev podría dejar expuestas otras partes del frente justo cuando Rusia ha estado avanzando.

Desde el lado ruso, la única explicación que encuentran es que, además de que Kiev quiere buscar una posición más favorable a la hora de sentarse a negociar, al mismo tiempo, desde Occidente, buscan desestabilizar de alguna manera el poder hegemónico de Putin puertas adentro. De hecho, según denunció el Kremlin este martes, reporteros estadounidenses entraron ilegalmente en Kursk junto a las tropas ucranianas para «cubrir de forma propagandística los crímenes del régimen de Kiev». Algo similar denunció sobre periodistas de la cadena italiana RAI.
En el mismo sentido, el asesor de Zelenski, Podolyak, declaró que las acciones militares de Ucrania en Kursk buscan influir en la opinión pública de Rusia en relación con el conflicto: «Los cambios negativos en el estado psicológico de la población rusa serán otro argumento para el inicio de las negociaciones», explicó en su cuenta de X.
«Ahora resulta evidente y claro por qué el régimen de Kiev rechazó nuestras propuestas de volver a un plan de solución pacífica, así como las propuestas de mediadores interesados ??y neutrales. Parece que el enemigo, con la ayuda de sus amos occidentales, está cumpliendo su voluntad, y Occidente nos está combatiendo con las manos de los ucranianos. Así que parece que el enemigo busca mejorar sus posiciones negociadoras en el futuro», señaló por su parte Vladimir Putin en la mencionada reunión televisada con altos funcionarios de seguridad y gobernadores regionales.
En este sentido, el Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia (SVR) indicó que Zelenski simplemente estaba tomando medidas alocadas que arriesgaban una escalada mucho más allá de las fronteras de Ucrania.
A la luz de estos hechos, ¿se trata de una maniobra audaz de Zelenski? ¿O más bien de un «manotazo de ahogado» ante su inminente final? ¿Los líderes de la OTAN han utilizado al líder ucraniano como «marioneta2 para intentar desestabilizar internamente a Putin? Si es así, ¿podrían tener éxito con esta incursión? Probablemente, luego del 5 de noviembre, cuando tengan lugar las elecciones en Estados Unidos, encontraremos las respuestas.
Fuente MDZ