
Por Claudio Altamirano, documentalista, educador Coordinador del Programa Educacion y Memoria CABA (2008-2019)
Quizá en otro universo, donde el sol se cuela por rendijas de un capitalismo sin límites, Milei se pasea como un dandi delirante en la pasarela de la anarquía financiera. Pero hoy, en nuestro rincón maldito de la existencia, la falla de $LIBRA retumba como un eco absurdo en una caverna sin salida, donde las certezas se derriten en la nada y el humor negro se disfraza de profecía.
Imaginen, si pueden, a un hombre que se proclama el salvador de la libertad, proclamando que el mercado es un jardín en el que cada inversionista puede cosechar su destino. Ahora, agrenlen el toque surrealista de un líder que convierte las promesas en espejitos de colores—esos que, al mirarlos, se deshacen en ilusiones líquidas. Así se despliega el circo de Milei, donde cada aplauso es una condena y cada grito de “¡Viva la libertad, carajo!” se disuelve en el humo de una utopía rota.
En este teatro de lo absurdo, los personajes son meros actores de una tragicomedia que se reinventa a cada instante. Unos se visten de lobos de Wall Street desde la comodidad de sus sillones, creyendo que nadar en un océano de especulación es la ruta segura hacia la inmortalidad económica. Otros, que en otro tiempo se burlaban de los «estatistas» y clamaban por la total desregulación, hoy se retuercen en la incertidumbre, suplicando ayuda ante la avalancha de su propia ingenuidad. La ironía se saborea: aquellos que se pavoneaban como dioses de un mercado sin freno, se han convertido en la presa insólita de un sistema que no perdona.
En una escena digna de un cuento de hadas desquiciado, surgen figuras como Eduardo Veschi, un político que, en un acto de contracorriente, propuso una comisión investigadora para luego negarse a sostenerla. ¿Es acaso la incoherencia una virtud en la arena mileísta? Quizá en este universo se celebra el arte de contradecirse, donde la oposición se viste de lealtad y la lealtad se transforma en la excusa perfecta para perpetuar la impunidad.
Y mientras la trama se complica, aparecen imágenes oníricas: causas judiciales en Estados Unidos, el FBI merodeando como detectives de un misterio imposible, y un fiscal en Argentina que, a pesar de sus buenas intenciones, se ve envuelto en un laberinto de coincidencias inesperadas—como el curioso caso del hijo del fiscal, cuyo destino se funde en la misma masa amorfa de una administración que adora la paradoja. No se trata de acusar, sino de observar cómo el teatro judicial se vuelve una obra en la que el libre albedrío se disfraza de fatalismo.
Todo esto se funde en una metáfora caótica: el libre mercado, ese espejismo prometedor, se convierte en una selva de sombras y espejos, donde los depredadores siempre hallan nuevas presas. Y es que, al final, el modelo de Milei es perfecto… para los tramposos, para los que saben bailar con las reglas invisibles de una economía sin alma. Mientras se alza el grito de libertad, se esfuma la verdad: en el desierto del mercado, la sed es eterna y la seducción del poder se viste de modernidad.
¿Acaso la libertad es un sueño o una condena? La respuesta se esconde en un laberinto sin mapas, en un diálogo interrumpido por la risa amarga de la historia. Quizá la verdadera revolución sea aceptar la incertidumbre, reírse del absurdo y, sobre todo, no dejarse engañar por las promesas de un líder que, como un iluso prestidigitador, transforma la esperanza en humo.
Y así, entre metáforas truncadas y realidades dislocadas, nos queda la incómoda lección: en la selva mileísta, la única certeza es la incertidumbre, y el verdadero peligro reside en creer que se puede nadar entre tiburones sin convertirse en parte del festín. Al final, la crítica es un espejo roto en el que cada fragmento refleja una verdad ineludible, y el humor negro se alza como la última defensa contra la absurda tragedia del libre mercado.
Por Claudio Altamirano, documentalista, educador Coordinador del Programa Educacion y Memoria CABA (2008-2019)
Excelente nota de Claudio Altamirano
Excelente
MILEI es un error del destino//Argentina y Gaza ,dos lugares que se unen,el SISTEMA,quiere ver cómo reaccionamos NOSOTROS y ellos//de acuerdo al final,»ellos»harán,l no,
Una nota que nos ayuda a pensar y profundizar desde otro punto de vista. Me encantó!