
Por Claudio Altamirano
Coordinador del Programa Educacion y Memoria CABA (2008-2019)
El próximo 1 de febrero, miles de personas se movilizarán en todo el país en la Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antirracista. Esta convocatoria surge en respuesta a la escalada de discursos de odio promovidos por el gobierno de Javier Milei y a sus políticas de ajuste extremo, que afectan de manera directa y brutal a los sectores más vulnerables de la sociedad. La marcha no es solo una manifestación del colectivo LGBTIQ+ o de los sectores progresistas, sino un llamado de alerta ante la amenaza real que representa el avance de una política que socava derechos fundamentales, profundiza la desigualdad y promueve la discriminación como parte de su programa ideológico.
Desde su asunción, Milei ha desplegado una estrategia de polarización, utilizando un lenguaje violento y estigmatizante que no solo apunta contra la diversidad sexual, sino también contra las mujeres, los sectores populares y cualquier expresión de disidencia política. Sus declaraciones en el Foro Económico Mundial de Davos, donde menospreció la lucha de las minorías y ridiculizó la identidad de género, no son un exabrupto aislado, sino parte de una narrativa sistemática de exclusión y desprecio por los derechos conquistados en las últimas décadas. En este contexto, la Marcha Federal del Orgullo no es una simple respuesta simbólica: es una acción de resistencia concreta ante un gobierno que promueve el odio como política de Estado.
El impacto de esta agenda reaccionaria no se limita al plano discursivo. La gestión de Milei ha implementado recortes devastadores en áreas esenciales como educación, salud y asistencia social, golpeando especialmente a los sectores históricamente más postergados. La suspensión de la entrega de netbooks, la paralización de obras de infraestructura escolar y la reducción drástica de becas educativas profundizan la desigualdad y limitan el acceso a oportunidades para miles de niños y jóvenes. En salud, la falta de insumos y el desfinanciamiento de programas esenciales afectan a personas con enfermedades crónicas, a comunidades indígenas y a poblaciones en situación de vulnerabilidad extrema. La niñez es, sin duda, una de las principales víctimas de este modelo de ajuste implacable.
El autoritarismo de Milei se sostiene sobre dos pilares: la violencia económica y la violencia simbólica. Mientras el ajuste destruye el tejido social, su discurso ataca directamente a los sectores organizados que resisten estas políticas. La criminalización de la protesta, el desprecio hacia los movimientos de derechos humanos y la demonización de los feminismos y la comunidad LGBTIQ+ buscan imponer un clima de miedo y desmovilización. Sin embargo, la historia demuestra que los pueblos no aceptan pasivamente el avasallamiento de sus derechos. La Marcha Federal del Orgullo es una muestra de que la resistencia sigue viva y de que los sectores populares no están dispuestos a retroceder ante el avance del fascismo del siglo XXI que encarna Milei.
No se trata solo de defender los derechos conquistados, sino de proyectar un futuro donde la diversidad sea celebrada y no perseguida. La lucha contra la discriminación no es un tema secundario ni un “capricho ideológico”, como pretende instalar el gobierno. Es una cuestión de derechos humanos, de justicia social y de democracia. Un país que margina y estigmatiza a una parte de su población no puede llamarse libre ni republicano.
Las organizaciones que convocan a esta marcha han dejado en claro que no permitirán que el odio se normalice. La convocatoria ha sido respaldada por colectivos de derechos humanos, sindicatos docentes, agrupaciones feministas, movimientos indígenas y sectores académicos comprometidos con la defensa de una sociedad plural e igualitaria. La masividad de esta movilización será una señal contundente de que la Argentina no está dispuesta a tolerar el avance de políticas que retrotraen al país a las épocas más oscuras de su historia.
Además, la Marcha Federal del Orgullo no será un hecho aislado. Movilizaciones en apoyo tendrán lugar en distintas partes del mundo, con manifestaciones en ciudades clave que han expresado su solidaridad con la lucha argentina. Esto demuestra que la resistencia ante el avance del autoritarismo y la discriminación trasciende fronteras y que la comunidad internacional observa con preocupación las políticas regresivas implementadas por el gobierno de Milei. La lucha por la igualdad y la justicia social es un compromiso global.
El 1 de febrero, las calles se llenarán de colores, de consignas y de la energía de quienes entienden que la lucha por la igualdad no puede darse por ganada. En un contexto de ajuste feroz y discursos de odio institucionalizados, la Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antirracista es un acto de dignidad, de memoria y de futuro. Porque resistir no es solo una opción: es una necesidad histórica. Y porque, como han demostrado tantas luchas previas, los derechos se conquistan en la calle y se defienden con la movilización colectiva.
Por Claudio Altamirano:
Coordinador del Programa Educacion y Memoria CABA (2008-2019)
Imagenes: Maximiliano Luna y Gustavo Gavotti