
En el fragor de un verano porteño cargado de recortes y despidos, el Hospital Bonaparte se erige como el epicentro de una lucha que trasciende lo gremial para instalarse en el corazón mismo del derecho a la salud. La crisis no es nueva, pero la asfixia presupuestaria impuesta por el gobierno nacional amenaza con cerrar una institución clave en el abordaje de la salud mental y el tratamiento de consumos problemáticos.
Alejandro Sapere, psicólogo del hospital con más de tres décadas de trayectoria, relata el viacrucis que enfrentan pacientes y trabajadores desde octubre pasado, cuando el interventor anunció el cierre de la guardia, la internación y, eventualmente, del hospital entero. «Nos organizamos, salimos a la calle y logramos visibilizar el conflicto. La comunidad nos abrazó, porque este no es solo un problema de los trabajadores, sino de los pacientes y sus familias», cuenta con la voz curtida por la resistencia.
Pero la tregua fue efímera. El 15 de enero, en plena temporada estival y con la opinión pública distraída entre playas y paritarias, llegaron los telegramas de despido: 200 trabajadores menos en una planta de 530 empleados. «Es un cierre encubierto. No podés hacer funcionar un hospital con la mitad del personal», denuncia Sapere.
El Bonaparte, bautizado en honor a Laura Bonaparte, Madre de Plaza de Mayo y luchadora incansable por los derechos humanos, es mucho más que un hospital. Es la última trinchera para quienes el sistema expulsa: personas sin cobertura social, en situación de calle, con intentos de suicidio o atrapadas en el laberinto de las adicciones. «Este modelo de salud mental se basa en los derechos humanos, en la contención, en la posibilidad de dar una segunda oportunidad», explica Sapere. Pero esa concepción choca de frente con el ajuste despiadado. «Nos acusan de costosos, pero lo que hacemos es evitar que la gente termine en la calle o en una cárcel.»
Luciana Luna, enfermera del hospital, detalla la cotidianeidad del servicio: guardias de 12 horas, asistencia integral a pacientes y familiares, trabajo interdisciplinario y un acompañamiento que excede lo clínico. «Los que llegan aquí están en un punto límite. No podemos darles la espalda», sostiene.
Mientras tanto, el gobierno de Javier Milei endurece su discurso. Las declaraciones presidenciales en el Foro de Davos, donde vinculó al colectivo LGBT con la pedofilia, y sus exabruptos en redes sociales contra opositores, revelan un perfil que psicólogos como Sapere definen como «narcisismo patológico». «Hay una violencia en el discurso político que habilita el despojo y la crueldad institucional», reflexiona el profesional.
Entre el ajuste y la resistencia, el destino del Hospital Bonaparte pende de un hilo. Los trabajadores exigen reincorporaciones y un diálogo real con las autoridades. «Nos piden que respetemos la investidura presidencial, pero también necesitamos que nos respeten como ciudadanos», concluye Sapere.
Daniela Borlegui y la crisis de la educación: un llamado a la innovación
Mientras la salud pública tambalea, la educación en Argentina enfrenta un panorama igual de desolador. Daniela Borlenghi, licenciada en Educación y emprendedora, sabe de primera mano los desafíos del sector. Con más de 30 años de experiencia como docente y un recorrido por diversos niveles educativos, desde el jardín hasta la dirección institucional, su mirada está cargada de un pragmatismo que no pierde de vista la pasión por enseñar.
«En mi casa respiramos educación. Mi padre fue docente y, a los 40, decidió emprender con una consultora educativa. Continuamos su legado con mi hermana Karina, que además de docente es abogada», cuenta Borlegui, destacando la importancia de la formación en un país que, según los Objetivos de Desarrollo Sostenible, necesitará 69 millones de docentes a nivel mundial para 2030.
De esa necesidad surgió pickapply, una plataforma que conecta docentes con instituciones educativas privadas. «El sistema estatal tiene un mecanismo de ingreso basado en puntajes y concursos, pero la educación privada elige a su personal de manera libre. La búsqueda de docentes suele ser informal, con avisos en WhatsApp o grupos de Facebook, lo que desprofesionaliza el proceso», explica.
Con más de 10.000 docentes registrados y casi 300 instituciones activas en un año de funcionamiento, https://argentina.pickapply.com/ busca optimizar la contratación y mejorar la calidad educativa. «Hoy los docentes también eligen dónde trabajar. No se trata solo de conseguir empleo, sino de encontrar una institución alineada con sus valores», señala Borlegui.
Pero la crisis de la educación no se reduce a la contratación. La falta de interés por la docencia como carrera también es un problema estructural. «Muchos adolescentes eligen carreras con mayor salida laboral o mejor remuneradas. Antes, el profesorado duraba dos o tres años; hoy, se ha extendido, y el incentivo económico no es suficiente», lamenta.
La innovación en la educación es urgente. «Necesitamos profesionalizar la búsqueda laboral docente y fomentar la vocación desde la secundaria. Sin docentes, no hay futuro», concluye.
Fuente Palermonline